El pez en el agua. Memorias(c.1) by Mario Vargas Llosa

El pez en el agua. Memorias(c.1) by Mario Vargas Llosa

Author:Mario Vargas Llosa
Language: es
Format: mobi
Tags: literature
Published: 2010-10-09T22:00:00+00:00


XIV. EL INTELECTUAL BARATO

El 26 de octubre de 1989, El Diario, portavoz de Sendero Luminoso, publicó un comunicado en nombre de un organismo de fachada, el Movimiento Revolucionario en Defensa del Pueblo (mrdp), convocando a un «paro armado clasista y combativo» para el 3 de noviembre, en «apoyo a la guerra popular».

A la mañana siguiente el candidato de Izquierda Unida a la alcaldía de Lima y a la presidencia, Henry Pease García, anunció que el día escogido por el senderismo para el paro armado él saldría a las calles con sus partidarios a fin de mostrar «que la democracia era más firme que la subversión». Yo estaba con Álvaro, en mi escritorio —todas las mañanas, temprano, antes de la reunión del kitchen cabinet, pasábamos revista al programa del día—, cuando escuché en la radio la noticia. Al instante me vino la idea de solidarizarme con la marcha y salir también con mis partidarios a manifestar el 3 de noviembre en respuesta al desafío de Sendero Luminoso. A Álvaro le gustó la idea, y, para evitar que se embrollara en consultas con los aliados, la hice pública sin pérdida de tiempo, en una entrevista telefónica con Radioprogramas. En ella, felicité a Henry Pease y le propuse que desfiláramos juntos.

Provocó sensación que se solidarizara con una iniciativa de la izquierda marxista alguien que, desde hacía años, era blanco de los intelectuales progresistas nativos, de los que Pease formaba parte, y a algunos de mis amigos les pareció un error político. Temían que mi gesto diera a la candidatura de Pease una suerte de espaldarazo (las encuestas lo situaban por debajo del diez por ciento de las intenciones de voto). Pero éste era un típico caso en el que las consideraciones éticas debían prevalecer sobre las políticas. Sendero Luminoso venía actuando cada día con más audacia y extendiendo su radio de acción; sus atentados eran diarios, así como sus asesinatos. En Lima, su presencia se había multiplicado en fábricas, colegios y pueblos jóvenes donde sus centros de adoctrinamiento funcionaban a la vista de todo el mundo. ¿No era bueno que la sociedad civil saliera a manifestarse en favor de la paz el mismo día que el terrorismo amenazaba con un paro armado? La Marcha por la Paz recibió una ola de adhesiones de partidos políticos, sindicatos, instituciones culturales y sociales, y figuras conocidas. Y atrajo una enorme concurrencia, deseosa de mostrar su repudio al horror en que venía hundiéndose el Perú por el fanatismo mesiánico de una minoría.

Presionados por el ambiente, los candidatos del apra (Alva Castro) y de Acuerdo Socialista (Barrantes Lingán) se adhirieron también, aunque su falta de entusiasmo fue notoria. Ambos hicieron acto de presencia en el monumento a Miguel Grau, en el paseo de la República, y se retiraron con sus pequeñas delegaciones antes de que confluyéramos en el lugar la columna de Izquierda Unida y la del Frente Democrático, que habían salido, la primera, de la plaza Dos de Mayo, y, la nuestra, del monumento a Jorge Chávez, en la avenida 28 de Julio.



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